domingo, 10 de abril de 2011

La maqueta del Seminario de Belchite (continuación)




Mientras estaba dedicado a la tarea de realizar la maqueta del Seminario de Belchite, pensaba en el impacto que causaría en la población la noticia de que iba a construirse un gran edificio. Muchos dudarían y permanecieron en esta situación hasta que hubieron de confesar su error.
Y una mañana, un grupo de trabajadores, con algunos carros con herramientas, emprendió el camino en dirección a la ermita de Nuestra Señora de los Desamparados. Les acompañaba don Gregorio Galindo, obispo auxiliar de Zaragoza y párroco del lugar, con algunos sacerdotes y un grupo de curiosos.

Dirigidos por el maestro de la obra, inspeccionaron el lugar, estudiaron la orientación y empezaron a señalar sobre el terreno las distintas dependencias.

Habían formado un buen grupo de trabajo y pronto empezaron a llegar los primeros materiales.

Una cuadrilla de picadores empezarían a abrir las zanjas para preparar a continuación la cimentación. No tenemos noticia de que haya algún plano o documento. Pregunté, en una ocasión, en el archivo diocesano de Zaragoza y me dijeron que en aquellos tiempos no se hacían planos. Solamente se encontró el acta de fundación, gracias al tesón del director don Arturo Lozano Burzuri. Sin embargo debió existir un momento en el que se celebraría alguna reunión para estudiar qué clase de edificio se quería construir teniendo en cuenta su destino. Y quedaría constancia, probablemente por escrito, de los detalles de la nueva obra.

Observando los edificios de aquellos tiempos, vemos los materiales que se utilizarían en su construcción. Por lo que se refiere al nuestro, sería necesaria abundante madera (vigas de pino) cañizos (de los que todavía vimos fabricar en Belchite), tejas, ladrillos, piedra (escasa en la zona), cal, arena y yeso. El peso del edificio sería soportado por las paredes de carga (de 60 cms de grosor) y pilares interiores. No se han observado restos de adobes o tapial, abundantes, en cambio, en la capilla de la Virgen de los Desamparados.

Hubo momentos decisivos en la historia del Seminario de Belchite. El primero fue su traslado a Zaragoza, después que don Gregorio Galindo fuese nombrado obispo de Lérida (1736). En esta ocasión el edificio no quedó totalmente abandonado. Durante ese tiempo, estuvo al frente del mismo algún operario misionista, que administraba las tierras pertenecientes al Seminario. Sabemos (por un documento que obra en el archivo del Seminario de San Carlos de Zaragoza) que hacia 1762 se encontraba al frente de la Casa don Blas Nicolás Riverés y que la capilla de la Virgen de los Desamparados estaba abierta al culto y al frente de la misma había un capellán, que en 1797 era don Josef Cottens.

Importante fue también la labor del arzobispo don García y Gil, restaurando el edificio y fundando el Seminario Menor en 1866.

Todos estos pensamientos acudían a mi mente mientras estaba dedicado a preparar la maqueta.

También pensaba en los grandes beneficios que proporcionó este centro a los pobladores de Belchite, en el orden material y en el intelectual. Sería interesante confeccionar una lista de belchitanos que alcanzaron el sacerdocio a través de estos años y también los que estudiaron allí. Diariamente bajarían al Seminario un grupo de alumnos externos para seguir los estudios.
Un grupo de profesores y alumnos sufrieron el martirio por ser sacerdotes y hoy están en los altares. Entre ellos se encuentran Jorge Riverés Galvez , nacido en Belchite en 1897 y Rafael Sambonete Peg, también natural de Belchite donde vio la luz el 23 ó 24 de octubre de 1872. Cuando visitaba las ruinas del Seminario pensaba que estaba pisando una tierra santificada por la presencia de santos.

¡ Santos mártires que pasasteis por Belchite, rogad por nosotros!

Día a día irían adelantando las obras. Ya se veía lo que sería la primera planta y el lugar de las aulas donde los alumnos recibirían las enseñanzas. Con frecuencia recibían los obreros la visita de don Gregorio Galindo, quien informaría con puntualidad al arzobispo Pérez de Araciel de la marcha de las obras, aunque no pudiera ver la finalización de las mismas por fallecimiento.
(Continuará)